Los filósofos y sus sentencias, sus guerras y su oscuridad, su sinrazón y su verdad, todos han pasado por nuestras vidas y se han hecho inmortales, como sus letras. Aunque no los conozcamos, ahí están, y en cada pregunta de esta ilógica vida acudimos a ellos, aunque la sutil inconciencia juegue al macabro juego del desconocimiento.
En los andares de la lectura nocturna, como camino liviano para escapar de las ironías del paso, me encontré con Heráclito de Éfeso, filósofo griego de la corriente materialista quien creía en que ‘’todo fluye, nada permanece’’, una postura que en la República Dominicana los aconteceres derrotan, con su coherente ‘’nada pasa’’ y un todo repetido que ha hecho del siempre su arma poderosa y silente.
Los años no parecen correr en esta media isla que se ha formado de un círculo gris que nos lleva al punto desde donde todo partió; donde la historia tiene su génesis y su final es un encuentro maldito sin dos vías. Recorrer nuestra historia se ha convertido en una simpleza, porque lo que pasa ya es conocido por el pasado; las estrategias del poder siguen siendo las mismas y el caudillismo se respira en la arrogancia de nuestros líderes quienes se creen irrepetibles y que no imaginan sus vidas en el retiro digno del todo tiene que fluir.
Es la movilidad que ha dado poder a Estados Unidos sobre las naciones, su visión se ha movido; desde el esperanzador Obama, hasta el solitario Trump, el inimaginable que derrotó a la estoica Clinton y junto a ella al envejecido poder de la capital estadounidense. Los movimientos europeístas han puesto sobre una cuerda fina y débil al sistema político de sus países y en nuestra América Latina las masas han desplazado a la izquierda con las excepciones de Cuba, Venezuela y Nicaragua; en estos dos últimos, una revolución por la libertad definitiva se ha puesto en marcha y aunque con treguas, la batalla finalavisa la derrota de Maduro y Ortega.
Este país parece protegido por bloques celestiales en sus mares, los cuales impiden a las olas de la movilidad tocar nuestras tierras. Aquí seguimos en nuestro siempre, intactos, con nuestra desigualdad y nuestros corruptos de restaurantes caros que dan de propina lo robado a los pobres. Hemos aprendido a vivir de cerca con la impunidad que descaradamente habita en nuestros tribunales, coronada por el poder e indiferente para las masas.
Nuestras niñas siguen siendo las víctimas de un sistema educativo que no cree en los avances ni en la necesidad de actualizar su currículo obsoleto y la delincuencia en nuestras calles continua siendo enfrentada con operativos ‘’mixtos’’ que nada resuelven, porque el problema también es la grotesca distribución de las oportunidades.
Nuestros presidentes continúan siendo los mismos y el guion de los que ya no están continua repitiéndose en Palacio, donde la corrupción aún se ‘’detiene en la puerta número uno’’, aunque todos sabemos que detrás de esta, se encuentra sentado el contubernio en un sillón hecho de un animal sacrificado para darle estatus a la autoridad. Nuestros dolores no han sanado, ni el dolor de los caídos en la era de la dictadura, cuando su apellido y sus formas continúan retumbando el aire y recordándonos que vivimos en una sola temporada, en la invariabilidad.
Nada ha fluido, Heráclito, en esta República nuestro presente es el pasado y nuestro futuro una preocupación digna de la conciencia. Nuestros años han pasado y solo exhiben el concreto de los altos edificios de la capital y la tristeza de nuestros suburbios sepultados en la inmovilidad.